Crónica de un aniversario anunciado

A veces, pienso tonterías. Otras, directamente las digo. Es muy propio de mí. 
A veces, pienso cosas sensatas. Otras, directamente no las digo. También es muy propio de mí. 
Pero hoy, como no sé si es lo uno o es lo otro, no tengo más remedio que decirlo sin decirlo. En fin, que me lío...¡Al lío!

Hace 17 años mi madre falleció. Un 19 de noviembre de 1995. Y es que el tiempo pasa volando, pero los recuerdos permanecen. En el momento en el que recibí la noticia yo estaba en el colegio, con apenas 12 añitos, en nada más y nada menos que en 7º de E.G.B. y lleno de objetivos e ilusiones de un adolescente en potencia.
Salí de clase y bajé al hall. Allí me esperaban mis tíos y, el silencio, no paró de hablar. Ahora ella, por fin, descansaba y nos dejaba a todos agotados y...solos. 

Unos cuantos años después, veo las cosas de otra forma. Ya no le tengo miedo a la muerte, aunque no me guste hablar de ella con nadie. No me da pena, aunque me duela, que alguien muera de viejo, es ley de vida. Sin embargo no asumo que alguien lo haga de joven. Me repatea. A partir de los 75 años, mi nivel de compasión ante una muerte se minimiza a la vez que incrementa la de envidia sana y me hace pensar algo como "¡qué puñetero! ¡la de cosas que habrá vivido!¡ojalá llegue yo a su edad!

Pero bueno, volvamos al presente del todo. Al ya. 
Esta tarde habrá una misa en recuerdo a mi madre. Y yo me pregunto, ¿por qué el recuerdo tiene que hacerse precisamente el día en que murió? Es una mierda de recuerdo. Una puta mierda de recuerdo. Gente llorando. Gente consolándose y consolándote. Un cura hablando de una persona a la que probablemente ni conoció. Un coche espantosamente feo que va del tanatorio a la iglesia y de la iglesia al cementerio con grandes ventanales traseros para que la gente vea que dentro porta un ataúd, cómo no, lleno. Y un sinfín de momentos que no hacen sino más incoherente celebrar un día así, año tras año.

Lo siento, pero yo la vida no la quiero así. Y, la muerte, tampoco. 
Hoy iré a misa y acompañaré a mi padre. No os quepa la menor duda. Y llamaré a mi abuela, la madre de mi madre para darle el pésame. Tampoco os quepa la menor duda. Y lo haré porque es lo normal. Lo, ridículamente, normal. 

Por eso, yo quiero dejar de ser normal. Prefiero, y aún más desde algún tiempo, ser raro*. Ser normal es aburrido y poco interesante. Para uno mismo y para todos. Y en esta ocasión, más que nunca. 
Así que, por eso, ¿por qué no celebramos el cumpleaños de la persona que ya no está? Seguro que diríamos: mira, hoy cumpliría "nosécuántos años".
¿Por qué no nos juntamos y lo celebramos? Porque en un cumpleaños, o en cualquier otro momento suyo, los recuerdos son más positivos. Es cierto que esa persona no está, pero es ella la que nos ha juntado en ese día tan especial. Soplemos las velas por ella. ¡Claro que sí! Pero pidamos un deseo antes... Esto es innegociable :)

Y es que la vida, como decía el entrañable Andrés Montes, "puede ser maravillosa". Pero yo voy más allá. La vida no puede ser maravillosa, la vida ES MARAVILLOSA. Por todos los que están y merecen la pena y por los buenos recuerdos que te dejaron los que ya no están y sigues queriendo. 

;R


No sé tú, pero yo, me voy a guardar estas conclusiones:

- Quédate siempre con lo bueno de las personas y con las personas buenas. Serás mucho más feliz.

- Llena tu vida con tus deseos, tus sorpresas y con tus buenos recuerdos.  Necesitarás un baúl enormemente grande para almacenarlo.

- Lo normal, pocas veces, es lo normal. Aquí, las reglas las pones tú.

- Y porque, al final, solo quedamos los buenos








*De lo de raro, ya hablaremos otro día. 



Comentarios

  1. Buenos días y feliz Navidad, con un poco de retraso.
    Llevaba tiempo sin pasear por aquí y qué grata sorpresa ver un comentario como el tuyo.
    Me encanta la sonoridad de la palabra melancolía. Y cómo la plasma: "Es la manera de tener no teniendo". Aún así, amigo mío, no puedo evitar asociarlo a un estado triste. Pero poco a poco deberemos hacer caso a María Zambrano que parece que sabía lo que se decía.
    Y ahora, que siga en bucle esa canción, puesto que de ese río nunca de puede dejar de vivir, aunque sea en la distancia.

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